Diario La Nación:
Un país que no llega a los tres millones y medio de habitantes amargó a todo un continente africano, le quitó la ilusión y le robó
La gran mayoría de las 84.000 personas que ayer estuvieron en el Soccer City se volcaron a favor de Ghana, el único representante de África con posibilidades de cambiar la historia y alcanzar por primera vez las semifinales.
Después de 120 minutos y la tanda de penales, el visceral grito de "¡Vamos, Uruguay!" tapó a las ensordecedoras vuvuzelas. A los africanos no les quedaba aliento ni para suspirar, mientras todo el plantel y el cuerpo técnico uruguayo armaba una celebración bien rioplatense, de saltos y cánticos, junto a los 2000 uruguayos que estaban en la platea baja. La garra charrúa convocó a los viejos duendes, pidió que le prestaran atención como hacía mucho tiempo no ocurría. Si, en definitiva, el candombe tiene raíces africanas, y en América del Sur no hay país que lo lleve más adentro que Uruguay.
El seleccionado de Tabárez ya se sentía con buena estrella en este Mundial. Incluso antes de conseguir esta inolvidable clasificación a las semifinales después de 40 años. El equipo se iba encontrando y el espíritu crecía. Después de mucho tiempo había frenado esa sensación de pesimismo. Nunca perdió el orgullo, pero Uruguay no se ponía de acuerdo y vivía evocando hazañas y rumiando por el presente.
Desde ayer se puede decir que dio una vuelta de página. A su estilo, a su manera, con ese sentido de la épica que le viene de antaño. En el fútbol, todo puede pasar. Nada puede darse por descontado. El emocionante partido de ayer lo ratificó. Mucho de lo que ocurrió excede la crónica deportiva. Es material de cuento, de piezas literarias. Explicarlo de manera cartesiana es despojarlo de lo más sabroso, de lo insólito, de lo increíble.
Un jugador que se va expulsado se transforma en salvador, en héroe. A Uruguay le pesaban las piernas, pero le respondía el alma. El último esfuerzo en ataque lo hacía Ghana; la entrega sin claudicaciones en defensa
Uruguay tenía uno sobre la línea del arco, no enviado precisamente por el Maestro Tabárez, sino más bien por Dios. Era el centrodelantero
Y lo hizo: metió las manos para despejar el tiro.
Un golazo de tiro libre de Forlán (el tiro libre mejor tirado del mundial) el temperamento general para absorber la adversidad de no tener a la pareja central titular (Godín y Lugano)
Uruguay también se había quedado sin Suárez y Lugano, dos fijos para los penales. La clasificación tenía algo de milagroso. Alguna vez lo dijo el escritor Eduardo Galeano: "Uruguay tiene dos milagros: el fútbol y la literatura.
¿Cómo puede ser que un país que tiene la población de un barrio de Buenos Aires o San Pablo haya ganado dos campeonatos olímpicos y dos mundiales? Es inexplicable". Tanto como que también haya enmudecido al bullicioso continente africano.
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